Son muchos los alimentos que padecen las consecuencias del calor durante los meses de verano. En ocasiones algunos productos pueden estropearse incluso en el trayecto de un supermercado hasta el frigorífico del hogar. Por ello, a través de estas líneas vamos a desvelar una serie de prácticas a llevar a cabo con el fin de evitar cualquier situación similar, y de paso, ahorrar algún malestar de estómago.
Productos como el tomate o el aguacate es mejor dejarlo fuera del frigorífico. El primero durará un mayor tiempo si le evitamos altos contrastes de temperatura, conservará su sabor y madurará más rápido. El aguacate puede quedar en el frutero y también madurar con el paso de los días.
Las patatas, los ajos y las cebollas deben quedar fuera del refrigerador para evitar que se pongan malos. La temperatura ambiente y situarlos en un lugar oscuro resultan imprescindibles. También se pueden guardar en una bolsa de tela e introducir en ella una o dos manzanas para que retrasen la maduración de los mismos.
De igual forma sucede con la carne y el pescado adquirido. No se puede mantener mucho tiempo en el frigorífico si se piensan consumir próximamente. Una vez en el refrigerador, es recomendable guardarlos en zonas inferiores del mismo para evitar un frío directo.
Finalmente destacamos dos conjunciones que pueden resultar bastante atractivas: la primera es el jamón y el queso, que se deben guardar en la nevera y a ser posible dejarlos fuera un tiempo a temperatura ambiente cuando vayan ser ingeridos; la segunda se refiere al aceite y al vino, y es que estos deben estar apartados de la cocina en un emplazamiento donde la luz tenga un mínimo acceso y lo más resguardado posible del calor. Eso con el vino tinto. El blanco gana en sabor con su frescor, ideal para estos días de verano.
Vía Ideal.